lunes, 23 de abril de 2012

Nuevo espacio: Arte y Sociedad

por Paula


Sabemos que no hace mucho fue el aniversario del terremoto en Japón, algo ya no tan notable en las noticias desde que hemos estado invadidos de terremotos y tsunamis en todos los puntos del mundo. Aquel día estaba viendo las noticias sobre recuerdo de ese día, cuando salió una imagen en particular: una mujer llorando a algún ser querido en su funeral, frente al ataúd. Esta imagen, como muchas otras, habría pasado inadvertida para la mayor parte de los espectadores a causa de la invasión de tantas otras parecidas a ésta, pero la mujer tenía además una mascarilla en la boca, de esas que tuvieron que usar los habitantes de Fukushima por la reacción nuclear de sus plantas debido al terremoto. 
 Cuán horrible debe haber sido para toda esa gente el haber tenido que soportar uno de los peores terremotos de la historia, el consiguiente tsunami y para colmo, el accidente nuclear en gran parte de la ciudad, clasificado por la ciencia como el más grave desde el accidente de Chernobyl.
 Y cuán inútil parecen las prácticas filosóficas o espirituales tales como el arte en estos casos. Es como si, comparado con toda esta realidad, fueran un mero juguete humano. Además que, irresponsablemente, no hay ningún artista japonés que trate este tema: la fragilidad de esta al fin y al cabo pequeña localidad en el mundo, lugar igualmente sísmico que Chile, que a pesar de todo avanza a gran velocidad como país desarrollado. Lo que más proyecta Japón, de hecho, es la imagen para nada errónea de potencia asiática y potencia tecnológica mundial.


 Pero el verdadero problema no es la fragilidad de un país por ser sísmico, tener volcanes o ser propenso a huracanes y catástrofes naturales, el problema es un tipo de producción en infraestructura sin pensar realmente en lo que puede o no dar cada lugar en la tierra, donde obviamente ya sabemos que un lugar como Fukushima no puede tener plantas nucleares, ¿entonces podrá alguien poner algún tipo de freno a esto? lo de Japón y su meta para ser una potencia global parece no tenerlo. Algo habría que cambiar.
 Es entonces cuando ahí el arte puede, al menos, remecer las raíces de ese algo. 
Yasumasa Morimura es un artista que realiza performances, pero mayormente trabaja con fotografías. Es él quien posa para ellas como muchas de las pinturas más famosas y las personalidades más renombradas de occidente. Cada escena la reconstruye lo más igual posible, pero la diferencia está en la cara oriental que reemplaza al protagonista de esta.




Este artista nos quiere comunicar acerca de la imposición que ha hecho occidente sobre las culturas orientales y el apropiamiento de éstas. Por decir un ejemplo, a nosotros nos han enseñado sobre el Louvre, la independencia estadounidense, Enrique VIII y Bizancio, pero no se nos enseña con la misma índole sobre nuestra propia cultura, y ni siquiera mucho sobre la historia de Latinoamérica después de haber entendido lo que pasó en la Conquista y la Colonia.
 Pero continuando con Morimura, lo que él hace es ahora apropiarse de cada obra y darle su giro de tuerca, orientalizando estas imágenes de la memoria colectiva y creando de este modo una reflexión sobre el tema de la identidad y asimismo identificación de culturas. 
En la historia de Japón, no fue sino hasta mediados de 1800's que recién comienza a introducirse la cultura occidental, eso debido a que el shogunato (otrora sistema gubernamental de este país) mantenía cerrada las relaciones con otros países por desconfianza de las rutas comerciales europeas como posibles invasiones militares. Ahora, empapado de la cultura occidental, Japón y su disciplina están en la competencia industrial, tecnológica y económica, lo cual no es criticable, pero sí cuando conlleva a un mal porvenir para sus habitantes.


 ¿Consigue Morimura algún cambio con esto? Dentro del ambiguo mundo del arte son cosas que no se pueden saber a ciencia cierta, pero al enterarme en una de mis clases que a este hombre lo auspicia nada menos que Sony, tengo la esperanza de que sí. Después de todo, no creo que los shogunes hayan cerrado sus entradas a comerciales y evangelizadores occidentales durante tanto tiempo en vano. Y a pesar de lo cosmopolita de su capital, Tokio, la identidad de costumbres ancestrales japonesas aún hoy se mantiene en muchas formas.
¿Y qué hay de nosotros? hasta donde yo sé, a ningún ser perteneciente al ámbito artístico lo auspicia o patrocina alguna super marca nacional, pero esperemos que ese no sea tanto el tema porque primero, todos los tipos de arte finalmente nos pueden hacer reflexionar, pero somos nosotros los responsables de lo que decidimos o dejamos de hacer (o dejamos hacer), y segundo, también vamos haciendo lo que podemos. Lo importante es que nos podamos mantener siempre informados y así poder saber mejor qué nos hace bien y qué no. Al menos por ahora, y más bien de una manera lamentable, como testigos ahora sabemos lo que podrían causar las plantas nucleares en lugares sísmicos.