miércoles, 12 de diciembre de 2012




Nunca supe cómo pude llegar a amarte
Siendo tú, poderoso frente a la estirpe
Ya no creo en la brutalidad de tu omnipresencia,
Ni en la sangre que embriaga nuestras carnes,
Ni en la sutil luz de tu regazo

Cada instante que el viento pule con simpleza,
Cual vil metáfora para que me comprendas,
Entiendo que la inmortalidad no es uno de tus sueños.



Deidad, Karla. 

lunes, 3 de diciembre de 2012


Velociraptor llamando a la puerta


Miro por el ojo de mi puerta,
afuera hay un dinosaurio.
Solo está allí parado frente a mi puerta
ESPERÁNDOME a que salga.

Lo veo y ya no quiero salir.
Es terrible,
Enorme, despiadado, tétrico.
Me descuartizará.
No conoce diplomacia, cortesía ni compasión
No conoce Olvido
No conoce el PERDÓN.

Miro por la ventana,
afuera hay más dinosaurios.
Uno en la puerta de cada casa,
uno para cada persona,
todos son terribles como el mio.

Un vecino sale,
le grito que no lo haga, pero no me escucha
Es como si no viera a su dinosaurio.
Murió destripado,
en un santiamén.
No tuvo funeral.

Un segundo vecino sale,
vuelvo a gritar, tampoco escucha.
Pero su dinosaurio no lo ataca,
en cambio, lo saluda con una reverencia,
mi vecino le acaricia la cabeza,
y sale a trabajar.
Su mujer lo amó, sus hijos lo amaron
El mundo le erigió un Monumento en Roma
Es INMORTAL.

Yo aún no me atrevo con el mio.
¿Y tú?






Tato.

miércoles, 25 de julio de 2012

Poesía en la Música o viceversa



Meses han pasado desde la última vez en que subí una entrada, no soy muy buena con los hábitos, ergo me inclino a la espontaneidad, sobre todo en lo referente a esta raya del mar que es mi vida. 

Prefiero en este minuto, desafiar al delirio mesiánico que me invade, cada vez que escribo algo dirigido al público- si es que éste existe-. De tal forma, me he sumergido en mi gran pasión - como mera amante, he de decir- : la Música.

Una vez escuché a Gustavo Cerati diciendo que él no provenía de la escuela de Dylan, en donde las palabras fueran lo central de su mensaje; prefiriendo, por lo tanto, las melodías, de modo que la letra viniese como anillo al dedo. Raro, considerando que en los últimos años de músico activo, él, a mí parecer y de los críticos, no parecía dejar en segundo plano ninguna de sus virtudes como escritor. 

Así, considero  - no a título de verdad, porque ni creo en ella- que en la música hay poesía, o la poesía, sin mezquindad alguna de su parte, se considera a ella misma música. Una música que resulta ser mucho más cuestionable en su esencia, porque ni es oreja, o puede ser utilizada como una banda sonora de algún relato egoísta. 

Sin ánimos de alargar mi escrito, dejo aquí una de mis canciones favoritas desde que la música comenzó a agradarme. Mucho más, cuando fui entendiendo la letra de la misma. Curioso fue darme cuenta que la melodía, la cual fue por mucho tiempo el centro de mi interés, coincidía con la letra que luego dedique a escuchar. Siendo, en este momento, sus palabras y cada una de sus sílabas, las razones por la cual me llaman a leerla de nuevo. 



Dumb, Nirvana.

lunes, 23 de abril de 2012

Nuevo espacio: Arte y Sociedad

por Paula


Sabemos que no hace mucho fue el aniversario del terremoto en Japón, algo ya no tan notable en las noticias desde que hemos estado invadidos de terremotos y tsunamis en todos los puntos del mundo. Aquel día estaba viendo las noticias sobre recuerdo de ese día, cuando salió una imagen en particular: una mujer llorando a algún ser querido en su funeral, frente al ataúd. Esta imagen, como muchas otras, habría pasado inadvertida para la mayor parte de los espectadores a causa de la invasión de tantas otras parecidas a ésta, pero la mujer tenía además una mascarilla en la boca, de esas que tuvieron que usar los habitantes de Fukushima por la reacción nuclear de sus plantas debido al terremoto. 
 Cuán horrible debe haber sido para toda esa gente el haber tenido que soportar uno de los peores terremotos de la historia, el consiguiente tsunami y para colmo, el accidente nuclear en gran parte de la ciudad, clasificado por la ciencia como el más grave desde el accidente de Chernobyl.
 Y cuán inútil parecen las prácticas filosóficas o espirituales tales como el arte en estos casos. Es como si, comparado con toda esta realidad, fueran un mero juguete humano. Además que, irresponsablemente, no hay ningún artista japonés que trate este tema: la fragilidad de esta al fin y al cabo pequeña localidad en el mundo, lugar igualmente sísmico que Chile, que a pesar de todo avanza a gran velocidad como país desarrollado. Lo que más proyecta Japón, de hecho, es la imagen para nada errónea de potencia asiática y potencia tecnológica mundial.


 Pero el verdadero problema no es la fragilidad de un país por ser sísmico, tener volcanes o ser propenso a huracanes y catástrofes naturales, el problema es un tipo de producción en infraestructura sin pensar realmente en lo que puede o no dar cada lugar en la tierra, donde obviamente ya sabemos que un lugar como Fukushima no puede tener plantas nucleares, ¿entonces podrá alguien poner algún tipo de freno a esto? lo de Japón y su meta para ser una potencia global parece no tenerlo. Algo habría que cambiar.
 Es entonces cuando ahí el arte puede, al menos, remecer las raíces de ese algo. 
Yasumasa Morimura es un artista que realiza performances, pero mayormente trabaja con fotografías. Es él quien posa para ellas como muchas de las pinturas más famosas y las personalidades más renombradas de occidente. Cada escena la reconstruye lo más igual posible, pero la diferencia está en la cara oriental que reemplaza al protagonista de esta.




Este artista nos quiere comunicar acerca de la imposición que ha hecho occidente sobre las culturas orientales y el apropiamiento de éstas. Por decir un ejemplo, a nosotros nos han enseñado sobre el Louvre, la independencia estadounidense, Enrique VIII y Bizancio, pero no se nos enseña con la misma índole sobre nuestra propia cultura, y ni siquiera mucho sobre la historia de Latinoamérica después de haber entendido lo que pasó en la Conquista y la Colonia.
 Pero continuando con Morimura, lo que él hace es ahora apropiarse de cada obra y darle su giro de tuerca, orientalizando estas imágenes de la memoria colectiva y creando de este modo una reflexión sobre el tema de la identidad y asimismo identificación de culturas. 
En la historia de Japón, no fue sino hasta mediados de 1800's que recién comienza a introducirse la cultura occidental, eso debido a que el shogunato (otrora sistema gubernamental de este país) mantenía cerrada las relaciones con otros países por desconfianza de las rutas comerciales europeas como posibles invasiones militares. Ahora, empapado de la cultura occidental, Japón y su disciplina están en la competencia industrial, tecnológica y económica, lo cual no es criticable, pero sí cuando conlleva a un mal porvenir para sus habitantes.


 ¿Consigue Morimura algún cambio con esto? Dentro del ambiguo mundo del arte son cosas que no se pueden saber a ciencia cierta, pero al enterarme en una de mis clases que a este hombre lo auspicia nada menos que Sony, tengo la esperanza de que sí. Después de todo, no creo que los shogunes hayan cerrado sus entradas a comerciales y evangelizadores occidentales durante tanto tiempo en vano. Y a pesar de lo cosmopolita de su capital, Tokio, la identidad de costumbres ancestrales japonesas aún hoy se mantiene en muchas formas.
¿Y qué hay de nosotros? hasta donde yo sé, a ningún ser perteneciente al ámbito artístico lo auspicia o patrocina alguna super marca nacional, pero esperemos que ese no sea tanto el tema porque primero, todos los tipos de arte finalmente nos pueden hacer reflexionar, pero somos nosotros los responsables de lo que decidimos o dejamos de hacer (o dejamos hacer), y segundo, también vamos haciendo lo que podemos. Lo importante es que nos podamos mantener siempre informados y así poder saber mejor qué nos hace bien y qué no. Al menos por ahora, y más bien de una manera lamentable, como testigos ahora sabemos lo que podrían causar las plantas nucleares en lugares sísmicos.







domingo, 18 de marzo de 2012

"Siempre está la vía de la facilidad, aunque me repugne seguirla. No tengo hijos, no veo la televisión y no creo en Dios, todas esas sendas que recorren los hombres para que la vida les sea más fácil. Los hijos ayudan a diferir la  dolorosa tarea de hacerse frente a uno mismo, y los nietos toman después el relevo. La televisión distrae de la extenuante necesidad de construir proyectos a partir de la nada de nuestras existencias frívolas; al embaucar a los ojos, libera al espíritu de la gran obra del sentido. Dios, por último, aplaca nuestros temores de mamíferos y la perspectiva intolerable de que nuestros placeres un día se terminan. Por ello, sin porvenir ni descendencia, sin píxeles para embrutecer la cósmica conciencia del absurdo, en la certeza del final y la anticipación del vacío, creo poder decir que no he elegido la vía de la facilidad.
 Sin embargo, cuán tentada me siento ahora de hacerlo."





La elegancia del erizo, Muriel Barbery. 

miércoles, 29 de febrero de 2012

33.



Casi pierdo la esperanza de volver a las raíces de la creatividad,
Carezco de romance mas no del pueril sentimiento que resplandece frente al rocío
El ansia de poderío enardece.

Quizás vuelva a usar las simplezas, un lenguaje que merezca el amor de la relatividad
Hablar de absolutos no tiene ni pies ni cabeza,
Un fingido deseo coloquial a la espontaneidad
Lo natural para mí suele ser incomprensible, no así mis músculos nunca desgarrados
                                                                                                                              
El cuerpo siempre ha estado, suelo olvidarlo,
Así como el descaro de una graciosa figura que goza de juventud veleidosa

Modesto aquel quien dice ignorar la fría corriente de tus mares,
Como una  introspección del silencio musical, que guía a todo lo sensible a un lugar y canal con sentido.

El ruido se encarga de separarnos, un orden alejado de nuestro instante caótico.

Para mí los conceptos siempre han estado errados,
Los antónimos son sinónimos de quien dice ser su más férreo rival,

Prefiero encontrarme con el alma frente a mis ojos,
Carentes de distracción olvidadiza a la quietud del florecimiento,
Dispuestos a olvidar por un instante el antifaz de lo deducible,
Sumergiéndose a la bondad de la locura ansiosa de cobrar sentido.